Azotados por vientos violentos y fuertes turbulencias, los Cazadores de Huracanes de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) han pasado la última semana sumergiéndose en el ojo de Melissa —una tormenta de ferocidad histórica— para recopilar datos vitales. Lo han hecho sin descanso, las 24 horas del día, porque su misión se considera esencial para la seguridad pública.
Pero esta vez, con el gobierno paralizado, lo han hecho todo sin cobrar.
Los Cazadores de Huracanes son un elemento fundamental de la respuesta a tormentas en Estados Unidos. La información recopilada por el equipo especializado de los aviones, que incluye un radar Doppler montado en la cola que realiza una tomografía computarizada virtual de la tormenta, es crucial para emitir pronósticos precisos y evaluar la intensidad de la tormenta en tiempo real.
Los datos, incluida la información del radar, se introducen directamente en los modelos informáticos que utilizan los meteorólogos para predecir la trayectoria y la intensidad de un huracán.
Pero mientras el huracán Melissa, de larga duración, seguía azotando la zona durante toda la semana, las personas que operan los vuelos han estado sometidas a una creciente presión financiera.
Las tripulaciones de los aviones WP-3D de la agencia, con décadas de antigüedad, han dejado de percibir dos sueldos debido al cierre, según un empleado de la NOAA con conocimiento de las operaciones de los cazahuracanes, quien habló con CNN bajo condición de anonimato porque no estaba autorizado a hablar con los medios.
Se les pide a las tripulaciones que estén “completamente presentes mentalmente, especialmente en este entorno, y es difícil hacerlo cuando sabes que posiblemente no puedas llegar a fin de mes”, dijo un miembro del personal de la NOAA. “Estás recurriendo a tus ahorros para pagar la hipoteca, ya sabes, semana a semana o mes a mes”.
Los vuelos a través de la tormenta, que en su momento alcanzó la categoría 5, han sido particularmente peligrosos, y uno de los aviones de la NOAA tuvo que regresar a su base para una inspección de seguridad después de exceder sus límites de fuerza G debido a las turbulencias.
Los vídeos grabados durante ese vuelo muestran cómo caen equipos del techo del avión, mientras unos 20 miembros de la tripulación maldicen y ríen al ser lanzados contra sus arneses de seguridad.
