La guerra de Ucrania no marca el inicio de una nueva etapa en la guerra. Es la condensación de todo lo que el conflicto moderno ha sido durante los últimos setenta años. Las lecciones aprendidas en las trincheras de Corea, las selvas de Vietnam y los desiertos de Irak se han integrado en un sistema único y acelerado de adaptación tecnológica y doctrinal. Cada dimensión de la guerra —desde la producción industrial y la resistencia asimétrica hasta la inteligencia en tiempo real y el control de la información— se refuerza mutuamente en una dinámica de velocidad y exposición que se retroalimenta. En este sentido, Ucrania no representa una ruptura con el pasado, sino su culminación, un momento en que la guerra comienza a reflejar el mundo interconectado, transparente y en constante adaptación que la sustenta.
¿Punto de inflexión o aceleración?
Muchos observadores han descrito la guerra de Ucrania como el inicio de una nueva era bélica. La superioridad militar clásica, según muchos, está perdiendo vigencia, ya que las tácticas asimétricas, los ciclos tecnológicos acelerados y la transparencia en tiempo real redefinen la naturaleza del combate. Sin embargo, esta interpretación es incompleta. Conflictos anteriores, desde Corea hasta Vietnam, pasando por Afganistán e Irak, ya habían demostrado que la superioridad teórica no garantiza la victoria. Los avances tecnológicos y las tácticas asimétricas forman parte de la guerra moderna desde hace tiempo. Lo que distingue a la guerra de Ucrania no es la novedad de estos elementos, sino su convergencia y compresión en un único sistema coherente de transformación. Esta aceleración no crea una forma de guerra completamente nueva, sino que fusiona dinámicas conocidas, como la producción industrial en masa, la adaptación asimétrica y la conectividad digital, en un sistema único y autorreforzante de velocidad y exposición.
El uso masivo de drones, la centralidad de la guerra electrónica, la integración del reconocimiento y la potencia de fuego en tiempo real, y la representación del campo de batalla a través de las redes sociales conforman una nueva síntesis. Ucrania, por lo tanto, no representa una ruptura radical con el pasado, sino una aceleración de patrones conocidos; una transformación condensada con consecuencias de gran alcance para la planificación militar, el pensamiento estratégico y el equilibrio político de poder en Europa .
En esta nueva realidad, los tanques ya no son las fortalezas inexpugnables del pasado, sino blancos altamente vulnerables para enjambres de drones de visión en primera persona (FPV) de bajo coste, operados remotamente con explosivos improvisados. La democratización de los medios ha reducido el umbral de letalidad hasta tal punto que las grandes formaciones blindadas ya no pueden maniobrar sin ser detectadas y destruidas de inmediato. Las fuerzas aéreas también se ven limitadas: los modernos sistemas de defensa aérea y la interferencia electrónica hacen prácticamente imposible acercarse a un objetivo sin ser detectado. Como resultado, los principios tradicionales y las nuevas tecnologías se han fusionado en un campo de batalla donde la vulnerabilidad, la disuasión y la innovación interactúan más estrechamente que nunca.
