Carlos Mazón, el asediado presidente de la región oriental española de Valencia, ha cedido a la furia pública y a la presión política dimitiendo por su pésima gestión de las mortales inundaciones que causaron la muerte de 229 personas en la zona hace poco más de un año.
Mazón, miembro del conservador Partido Popular (PP), se mantuvo en el cargo a pesar de los llamados a que renunciara después de que se supo que pasó más de tres horas almorzando con un periodista mientras las inundaciones azotaban la región y la gente se ahogaba en sus casas, garajes y automóviles.
Su obstinada negativa a dimitir había provocado una serie de multitudinarias manifestaciones en Valencia, muchas bajo el lema: «Lodo en nuestras manos, sangre en las suyas». Una encuesta reciente reveló que el 75 % de los valencianos creía que Mazón debía dimitir.
Pero el lunes, Mazón cedió ante lo inevitable y anunció que abandonaría la presidencia regional.
«No puedo más», declaró a la prensa tras un discurso en el que criticó duramente la respuesta del gobierno nacional a la crisis. No indicó si convocaría elecciones anticipadas, ni aclaró si renunciaría también a su escaño en la asamblea regional —lo que pondría fin a su inmunidad parlamentaria—, ni quién sería su sucesor interino.
Mazón había insistido previamente en que “ningún gobierno del mundo tiene las herramientas para alterar, detener o evitar un episodio de lluvias torrenciales que terminan batiendo los récords históricos de precipitaciones en un área determinada en un momento determinado”.
También había dicho que se mantenía al tanto de la evolución de la situación por teléfono mientras almorzaba con la periodista Maribel Vilaplana.
Pero el enfado por la respuesta de su gobierno a la crisis —sobre todo por el hecho de que no se enviara una alerta de emergencia a los teléfonos móviles de la gente hasta después de las 8 de la noche del día de las inundaciones— llegó a su punto álgido en el funeral de Estado celebrado en Valencia el pasado miércoles por las víctimas.
Mazón llegó al servicio religioso, celebrado en el primer aniversario de la tragedia, y fue recibido con gritos de “asesino”, “cobarde” y “deberías estar en la cárcel”.
