El plan de Trump: reproducir el fracaso de la paz

Mientras el presidente estadounidense Donald Trump hablaba de cómo “todos quieren la paz en Oriente Medio” después de que Hamás aceptara un plan para poner fin a la guerra en Gaza, lo que vino a la mente fue la imagen de Bill Clinton, Yitzhak Rabin y Yasser Arafat estrechando sus manos en el jardín de la Casa Blanca el 13 de septiembre de 1993, antes de anunciar una nueva era de paz y prosperidad en Oriente Medio.

Pero la escena, que en su momento parecía anunciar una nueva era de realismo político, se ha convertido con el paso de las décadas en un espejo que refleja la misma realidad repetitiva con cada nueva iniciativa, que trae consigo las mismas promesas y termina con los mismos resultados.

Un breve repaso de las tres décadas transcurridas desde los Acuerdos de Oslo revela que el estado final de las negociaciones, acordado en 1999, nunca se concretó, dejando sin resolver cuestiones clave como Jerusalén, los refugiados y las fronteras. La fase de transición se ha convertido en una realidad permanente y estancada, sin un Estado palestino soberano. Mientras tanto, Israel ha expandido la construcción de asentamientos, a pesar de sus compromisos, aumentando el número de colonos de aproximadamente 110.000 en 1993 a más de 700.000. Esta expansión ha fragmentado el territorio palestino, haciendo prácticamente imposible la idea de un Estado unificado. Israel también ha mantenido el control de seguridad sobre más del 60% de Cisjordania (Área C), al tiempo que impone un bloqueo permanente a Gaza. Este período también ha sido testigo de cinco enfrentamientos militares, que resultaron en la muerte de decenas de miles de palestinos , el desplazamiento de miles más y la muerte de cientos de israelíes.

Hoy, Trump vuelve a hablar en el mismo tono, considerando que su logro es grandioso y que todos desean poner fin al conflicto. Sin embargo, ignoró o pasó por alto la respuesta tanto de Israel como de Hamás a su plan. Israel rechaza cualquier mención a un Estado palestino o a una retirada total de Gaza. Hamás, por su parte, se centra únicamente en la liberación de los rehenes y guarda silencio sobre el resto de las disposiciones del plan de Trump. Los rehenes y los cuerpos: sirven al gobierno de Netanyahu al calmar los ánimos en la opinión pública israelí, y para Hamás, alivian la presión internacional. En cuanto a la paz, eso es un asunto completamente distinto.

Sin embargo, al analizar más allá de los detalles del rechazo parcial de cada parte, descubrimos la insensatez de repetir lo mismo una y otra vez esperando resultados diferentes. El plan del presidente estadounidense Donald Trump para poner fin a la guerra no es algo nuevo, sino la continuación de numerosas iniciativas desde la «Iniciativa Reagan» de 1982, que surgió tras la guerra del Líbano y el traslado de la dirección de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Beirut a Túnez bajo el auspicio de Estados Unidos. Washington creía entonces que las condiciones eran propicias para transformar el panorama palestino, alejándolo del aparato militar de la OLP. Entonces, ¿qué ha cambiado desde 1982?

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