Corría el año 2009 y el padre de Antony Easton, Peter, había fallecido recientemente. Mientras Antony se ocupaba del engorroso proceso de sucesión, encontró un pequeño estuche de cuero marrón en el antiguo piso de su padre en Lymington, Hampshire.
En su interior se encontraban billetes alemanes impecables, álbumes de fotografías, sobres llenos de notas que registraban diferentes capítulos de su vida y un certificado de nacimiento.
Peter Roderick Easton, que se enorgullecía de su «inglesidad» (y era anglicano), de hecho, había nacido y crecido en la Alemania de antes de la guerra como Peter Hans Rudolf Eisner, miembro de una de las familias judías más ricas de Berlín.
A pesar de las pistas sobre los orígenes de su padre durante su infancia, el contenido de la maleta arrojó luz sobre un pasado del que Antony casi no sabía nada. Las revelaciones lo llevarían a una investigación que duraría una década, revelando una familia devastada por el Holocausto, una fortuna desaparecida valorada en miles de millones de libras y un legado de obras de arte y propiedades robadas durante el régimen nazi.
Las fotografías en blanco y negro ofrecían una visión de los primeros años de vida de Peter, muy alejadas de la modesta crianza de su hijo en Londres: mostraban un Mercedes conducido por un chofer, mansiones atendidas por sirvientes y escaleras adornadas con ángeles tallados.
Más inquietante aún es una fotografía que muestra a Peter Eisner, de 12 años, sonriendo con sus amigos y con una bandera nazi ondeando en la distancia.
Dice que su padre era un hombre tranquilo y serio, aunque propenso a ataques de ira. Evitaba hablar de su infancia y siempre evadía las preguntas sobre su ligero acento alemán.
«Había indicios de que [él] no era realmente como el resto de la gente… Había una oscuridad alrededor de su mundo», dice Antony.
Una inmensa fortuna
La siguiente gran pista sobre la historia familiar de Antonio provino de una obra de arte.
Con la ayuda de una amiga que hablaba alemán con fluidez, le pidió que investigara sobre una empresa llamada Hahn’sche Werke, cuyas referencias aparecían dispersas entre los documentos de la maleta. Tras buscar en internet, le envió a Antony la foto de un cuadro que representaba el interior de una gran acería, aparentemente propiedad de la empresa.
El metal fundido brilla intensamente en una cinta transportadora, iluminando los rostros de los trabajadores, ocupados y atentos. Es una imagen de poderío industrial, de una época en la que Alemania se precipitaba hacia décadas de guerra devastadora.