Un viaje por carretera con mi primer vehículo eléctrico: lo bueno, lo malo y lo feo

Mi primer viaje en un vehículo eléctrico recién adquirido, un Proton eMas7, fue una aventura de 480 kilómetros desde Kuala Lumpur hasta Kuala Terengganu. Fue una prueba de conducción que resumió a la perfección la prometedora pero desafiante realidad de la adopción temprana de vehículos eléctricos en Malasia.

Fue un viaje definido por tres fases distintas: la buena, la mala y la absolutamente fea.

Bueno: bondad humana, joyas ocultas.

Lo bueno fue conmovedoramente positivo. Un problema con una aplicación de carga en el área de descanso de Temerloh nos obligó a desviarnos hacia el pueblo. Este desvío nos llevó al Hotel Nur, un ejemplo brillante de apoyo comunitario a los vehículos eléctricos.

El propietario del hotel había instalado un punto de carga público justo enfrente de su vestíbulo con paredes de cristal, en un lugar de estacionamiento designado aprobado por un moderno ayuntamiento, con pago continuo a través de un monedero electrónico Touch ‘n Go.

Pero era más que un simple cargador. El hotel había transformado cuidadosamente su vestíbulo en un acogedor lugar de descanso. Con mesas de comedor, sillas y una despensa común, era un refugio para los propietarios de vehículos eléctricos que se enfrentaban a la inevitable espera. Para nosotros, duró unos 60 minutos.

Nos invitaron a picar algo, preparar bebidas calientes y relajarnos. Un spa de masajes cercano nos ofreció un respiro. Este descubrimiento inesperado, impulsado por la iniciativa local y una de las tarifas más bajas que hemos visto (alrededor de RM1.00/kWh), convirtió una posible frustración en un momento memorable, revelando la amabilidad y el espíritu emprendedor que se encuentran fuera de lo común.

Malo: la agonía de la ansiedad por la autonomía

Lo malo fue la angustiante sensación de autonomía en el regreso. Calculamos que llegaríamos a la estación de recarga Shell en el área de descanso de Perasing con 80 km de sobra. Sin embargo, conducir con mucha intensidad agotó la batería más de lo previsto, lo que situó nuestro consumo al llegar en la zona roja.

Esta ansiedad se vio violentamente exacerbada por la deficiente señalización vial. Tres señales de salida consecutivas antes de Perasing habían sido misteriosamente cubiertas con tela negra.

Cada cartel oculto aumentaba nuestro miedo de que la cuarta salida crucial también estuviera cerrada, lo que nos dejaría varados en la carretera, con muy poca carga para llegar 40 km al siguiente cargador en Kuantan.

Fue una lección aterradora sobre cómo la mala gestión de la infraestructura puede magnificar las limitaciones percibidas de un vehículo eléctrico.

El Feo: un punto de carga en las sombras

Finalmente, lo ‘feo’ fue un punto de carga que parecía una ocurrencia de último momento y, además, peligroso.

El cargador de Bukit Tinggi estaba a cielo abierto, y toda la zona se sumía en la oscuridad total por la noche. El ayuntamiento había colocado un alto letrero metálico justo en la trayectoria de un vehículo eléctrico que salía marcha atrás del aparcamiento. Con poca visibilidad, chocar contra él era una posibilidad real.

Este lugar era la antítesis de Temerloh: sin refugio, sin baño, con una superficie irregular y sin ningún lugar seguro para esperar. No solo era incómodo, sino que parecía peligroso. Este punto de carga para vehículos eléctricos no solo es hostil, sino que es un accidente a punto de ocurrir.