Hubo tres temas que dieron mucho de qué hablar durante el Mundial de 2023. Uno fue el beso imperdonable que el presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, le dio a Jenni Hermoso cuando ella recogió su medalla de oro, lo que más tarde provocaría su dimisión y su procesamiento.
Los otros dos temas de conversación estaban relacionados conmigo.
Mi parada de penalti en la final fue considerada heroica e incluso perfecta. Hasta quienes no eran aficionados al fútbol se entusiasmaron con la actuación, elogiando la ejecución, la serenidad y los improperios posteriores, que fueron celebrados por las mujeres por su pasión y maestría, y criticados por otros que jamás se habrían percatado de ello, ni siquiera lo habrían notado, en un hombre celebrando la parada más importante —o cualquier otra hazaña— de su vida.
Me habían apodado la Reina de las Paradas, y la atención que se le prestaba a la parada, o a cualquier portera, era de una magnitud sin precedentes en el fútbol femenino. Me emocionaba que hubiera tenido tanto éxito. También me sorprendió. Al fin y al cabo, el escenario era enorme, pero yo llevaba toda mi carrera haciendo lo mismo: la misma repetición, la misma constancia, la misma serenidad, y casi nadie se había dado cuenta hasta un año antes.
La rueda de prensa en la que critiqué a Nike por no poner a la venta réplicas de las camisetas de las porteras de las Lionesses causó un gran revuelo, generando titulares, artículos de opinión y solicitudes de entrevistas por parte de medios de comunicación de todo el mundo. Su repercusión fue mucho mayor que la del grupo de periodistas especializadas en fútbol femenino del Reino Unido, e incluso más allá de las páginas deportivas, llegando a medios que cubren noticias, negocios y temas de la mujer.
Incluso hubo una petición pública, iniciada por una joven llamada Emmy, con más de 130.000 firmas que pedían a Nike que mejorara, lo cual fue increíblemente conmovedor.
