Durante más de siete décadas, las fuerzas armadas estadounidenses funcionaron como un laboratorio social que abrió paso a transformaciones culturales que luego impactaron en toda la sociedad civil. La eliminación de la segregación racial, la inclusión de las mujeres en combate y la derogación del “Don’t Ask, Don’t Tell” fueron hitos que marcaron esa trayectoria. Sin embargo, el actual secretario de Defensa, Pete Hegseth, parece decidido a revertir ese rol histórico.
Un discurso contra la diversidad y la inclusión
En un encuentro con altos mandos militares en Quantico, Virginia, Hegseth dejó claro que su gestión no priorizará la diversidad ni la equidad, e incluso cuestionó los programas dirigidos a personas transgénero y veteranos inmigrantes. Según sus palabras, las fuerzas armadas se habían convertido en “un departamento de ideología progresista”, algo que promete erradicar.
La primera consecuencia de esta visión fue la eliminación de contenidos sobre grupos históricos como las WASP —mujeres piloto de la Segunda Guerra Mundial— y los Tuskegee Airmen, aviadores afroamericanos pioneros en la integración racial. El retiro de estos materiales provocó una protesta bipartidista que obligó a reponerlos en internet.
El peso de la historia militar como agente de cambio
Historiadores como Ronit Stahl y David Kieran remarcan que los militares estadounidenses, a menudo, fueron más rápidos que el resto de la sociedad en incorporar cambios sociales. La orden ejecutiva de Harry Truman en 1948 para desegregar las fuerzas armadas precedió en años al fallo Brown vs. Board of Education que abrió el camino a la igualdad en las escuelas.
El mismo patrón se repitió con la integración de mujeres en roles de combate o con la apertura a soldados gays y lesbianas, cambios impulsados no solo por razones morales, sino también por la necesidad de mantener la cohesión y eficacia en combate.
Críticas al rumbo actual
Expertos como Michael O’Hanlon, de Brookings Institution, cuestionaron decisiones recientes como la salida del general CQ Brown Jr., considerado un oficial excepcional. Otros, como Matthew Delmont, señalaron que ignorar la diversidad equivale a desconocer que las fuerzas armadas, más que otras instituciones, supieron capitalizar el talento de toda la sociedad estadounidense.
“Una fuerza de combate no puede ser unificada si sus integrantes se enfrentan entre sí o si se rechaza a quienes quieren servir a su país”, explicó Delmont, recordando que, aunque persisten prejuicios, los militares han hecho más que muchas empresas y universidades para enfrentarlos.
Un cambio con consecuencias
El rumbo que propone Hegseth coloca a las fuerzas armadas en una encrucijada. Lo que antes fue un espacio de innovación social y cultural, hoy se reconfigura hacia una visión excluyente, con el riesgo de debilitar uno de los elementos más valiosos en el éxito militar: la cohesión entre soldados de diferentes orígenes.