Camino a 2026: Qué significa el ambiguo futuro de Messi para los planes de Argentina para el Mundial

Las lágrimas de Lionel Messi en la cancha del Estadio Monumental de River Plate fueron más que un simple momento de vulnerabilidad personal: se sintieron como una nación conteniendo la respiración. Mientras Argentina conseguía una cómoda victoria por 4-0 sobre Venezuela en las eliminatorias mundialistas, el partido en sí mismo pasó a un segundo plano ante el simbolismo. Con cada toque, cada abrazo y cada mirada hacia las gradas, se cernía la posibilidad de que este fuera el último partido clasificatorio competitivo de Messi en suelo argentino. Y, sin embargo, el mejor jugador del mundo ha dejado su futuro deliberadamente indefinido. A sus 38 años, aún capaz de producir destellos de brillantez, Messi no se ha comprometido a si liderará a Argentina al Mundial de 2026 en Estados Unidos, México y Canadá. La incertidumbre deja a Argentina en una encrucijada fascinante: atesorar a una leyenda mientras se prepara en silencio para la vida sin él.

Messi ya le ha dado a Argentina lo que generaciones de aficionados habían anhelado durante mucho tiempo: la Copa América en 2021, la Finalísima en 2022 y, lo más importante, el Mundial de Catar en 2022. Ese triplete de triunfos lo elevó de héroe nacional a figura inmortal. Las imágenes de Messi alzando el trofeo de la Copa Mundial en Lusail siguen estando entre las más icónicas de la historia del fútbol, ​​cristalizando una carrera que ya había redefinido el deporte. Cualquier cosa más allá de eso se siente como un regalo, un bis prolongado de un hombre que no le debe nada más al juego. Sin embargo, el fútbol internacional es implacable. Para 2026, Messi tendrá 39 años. Muy pocos jugadores de campo se han mantenido efectivos a esa edad en el escenario mundial. Lothar Matthäus y Roger Milla son excepciones, no la regla. El juego de Messi ha evolucionado: ya no esprinta para superar a los defensores con una frecuencia implacable, sino que dicta el juego desde posiciones más retrasadas, utilizando su visión, pases y dominio de las jugadas a balón parado. Aun así, no se pueden ignorar las exigencias físicas de un Mundial de un mes contra equipos más jóvenes y en mejor forma. La reticencia de Messi a declarar definitivamente “sí” o “no” lo dice todo. Puede que no quiera una gira de despedida ni la presión de una cuenta regresiva que se agota. En cambio, prefiere mantenerse en la zona gris, comprometido con Argentina en el presente, pero con opciones abiertas para 2026.

Para el entrenador Lionel Scaloni, la indecisión de Messi es tanto una bendición como un desafío. Por un lado, tener a Messi disponible para las eliminatorias y la Copa América 2024 en Estados Unidos aporta liderazgo y calidad. Por otro lado, Scaloni no puede darse el lujo de esperar hasta 2025 para empezar a construir una Argentina post-Messi. La genialidad de Scaloni desde que asumió el cargo en 2018 ha sido crear un sistema donde Messi ya no tiene que hacerlo todo solo. Jugadores como Rodrigo De Paul, Enzo Fernández, Alexis Mac Allister, Julián Álvarez y Lautaro Martínez han asumido la responsabilidad. Messi sigue siendo el líder, pero Argentina puede ganar sin él, como lo demostró en los partidos que se perdió por lesión o descanso. Ese equilibrio ahora debe afinarse aún más. Scaloni debe reducir gradualmente la dependencia de Messi, dando a jóvenes talentos como Alejandro Garnacho, Facundo Buonanotte y el prodigioso Franco Mastantuono, de 16 años, más espacio para convertirse en líderes.