Steve Evans solía tomarse con buen humor las bromas sobre su peso. Pero el paso de los años, junto con el aumento de su cintura, lo convirtieron en un problema que estaba decidido a afrontar. Sus cuatro nietos pequeños aportan perspectiva.
“Quiero estar presente cuando tengan 25 o 30 años”, declara Evans a Sky Sports . “Quiero verlos tener hijos. ¿Es posible? Sí, es posible”. Se ha dado una mejor oportunidad al perder 37 kilos en los meses transcurridos desde que dejó Rotherham.
Una visita al cardiólogo desencadenó el cambio. “Estaba preocupado por mí mismo”, admite, señalando que el “estrés de la gestión diaria del fútbol” le había pasado factura. Pero fue una decisión familiar, un esfuerzo consciente para “estar más sano y en mejor forma física” que antes.
Durante dos horas cautivadoras en su casa de Peterborough, Evans, de 62 años, sin duda da la impresión de un hombre transformado. Está en forma física y mentalmente y habla de sentirse mejor en años mientras comparte anécdotas sobre las figuras más importantes del fútbol.
Pero primero, esa nueva rutina. “Corro entre 50 y 70 largos. Luego hago un poco de ciclismo. Después voy al sauna. Estoy unas dos horas y media allí [en el gimnasio] antes de irme a casa, y luego tengo comidas muy planeadas para el almuerzo y la cena”.
Pasea a los perros por la noche, pero trasnochar es cosa del pasado. “Me acuesto temprano porque no quiero estar en la nevera”, dice. “Me apetecería una galleta o algo para picar, pero ya no me apetece. Así que se trata, en gran medida, de controlar las calorías”.
En busca del décimo ascenso
La esperanza es que pueda bajar un poco más de peso y mantenerlo a partir de entonces. “Eso será lo más difícil, pero estoy deseando afrontar el reto”. Después de todo, Evans fue futbolista profesional en su juventud. “El cuerpo es un templo”, dice.
Su esposa, Sarah, pone los ojos en blanco al oír esa frase. Ya la había oído un par de veces. Pero la antigua chispa ha vuelto a la mirada de Evans y el mensaje es claro. «Asuntos pendientes», en sus palabras. Porque la familia era solo una parte del motivo de esta campaña de fitness.
Creo que nueve ascensos para mí son un número de mala suerte. Diez es un buen número. El fútbol es adrenalina, ¿no? Es una droga. Y quiero volver a la intensidad de la batalla diaria, ya sea en los entrenamientos o en los partidos. Lo echo de menos otra vez.