Hoy en día se conoce comúnmente como el efecto Luke Littler . Un fenómeno adolescente irrumpió en la escena y se convirtió casi en una fuerza de la naturaleza mayor que el deporte para el que nació. Pero mientras que los dardos apenas están experimentando ese auge ahora, el snooker ya ha experimentado esta sensación.
En la década de 1990, la llegada de Ronnie O’Sullivan al tapete, siendo adolescente, revitalizó la fortuna del snooker en el Reino Unido. A mediados de la década de 2000, la aparición de Ding Junhui propició el auge del juego en China, que acaba de dar a luz a su primer campeón mundial: Zhao Xintong , una de las millones de personas que se inspiraron en Ding para coger un taco.
Pero no es descabellado sugerir que en el Reino Unido, el snooker necesita urgentemente su propio efecto Luke Littler una vez más. El deporte aún depende en gran medida de jugadores como O’Sullivan, que cumple 50 años este año, para captar la atención del público. Ha habido momentos, pero nada que suponga un cambio radical en las placas tectónicas del snooker británico.
Quizás ahí es donde entra en juego Stan Moody, de Halifax. Al igual que Littler, Moody se obsesionó con su deporte favorito desde pequeño, tras coger un taco para jugar al billar a los nueve años durante unas vacaciones familiares. Y al igual que el prodigio de los dardos, ya ha disfrutado de un éxito inmenso a pesar de su edad, convirtiéndose en profesional a los 16 años y ganando campeonatos nacionales en las categorías sub-14, sub-16 y sub-18.
Impresionantemente, Moody conservó su tarjeta del tour al final de la temporada pasada a pesar de tener solo 18 años, y esta semana disfrutó de la mejor racha de su carrera hasta la fecha, llegando a cuartos de final del Abierto de Wuhan. De paso, venció a Ding y Barry Hawkins para llevarse un cheque de 16.000 libras. “He progresado mucho; ahora me siento mucho mejor bajo presión”, afirma Moody.
Ahora está escalando posiciones en el ranking y Jimmy White ya le ha pronosticado grandes logros. ¿El reto para el snooker? Dar a conocer esta historia y lograr un impacto similar al que han tenido los dardos con Littler; no tanto en la élite, sino en las bases, con más jóvenes jugando a los dardos que nunca tras su ascenso.